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Vie, Mar

Ser fiel o no ser fiel, that is the question

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 De los hombres sospechamos que son infieles, tardan un poco más o un poco menos, pero en gran parte de los casos han engañado a sus mujeres. No es una generalidad, vamos a hacer un salvataje de quienes sí nos son honestos, pero, lamentablemente, son los menos.


A  las pobres víctimas en cuestión, que son los varones, casados, en concubinato, amantes, amigos con derecho a roce, medias naranjas, peor es nada o cuchicuchis, los acosan los ratones, se “ratonean” del cerebro para abajo y en algún momento empezamos a lucir ornamentos en nuestra frente.


Ellos esgrimen el argumento de que la infidelidad es en nombre de una urgente necesidad fisiológica. Pero después de un tiempo, sospecha o no sospecha, se nos cruza el ratón a nosotras y ahí se arma.  Porque ellos pueden pero nosotras NO!

Pero si bien hay muchas mujeres infieles, al sexo femenino le cuesta más serlo porque el acostarse con un hombre es ir a hacer el amor y no una simple satisfacción de deseos que nosotras también tenemos. 

 

De todos modos, a veces pasa que decidimos tirar la chancleta y organizamos el operativo. Llamamos en carácter de urgente a nuestra mejor amiga para confesarle que hemos decidido sucumbir. Para entonces recordamos cuándo fue la última vez que pasamos por una lencería y empezamos a titubear qué ropa interior usar porque si es muy hot puede pensar que somos trolas, y si vamos sencilla va a pensar que parecemos una monja de clausura. Y ¿cómo disimulamos los rollos? Porque con nuestra pareja está todo bien pero con el nuevo integrante de la historia no nos conocemos en la intimidad aún, ¿qué va a pensar, le gustaremos? 


Seguimos dándonos máquina: ¿De color rojo el soutien? ¿Vedetina, recatada e insinuante o cola less? ¿O todo prudente y la rematamos con porta ligas negro? 


Pero una ya le va encontrando el gustito a la trasgresión.  Tal vez sea por esas ganas de sentirnos más vivas, que se nos perdió entre tanta rutina de trabajo, de facturaciones, de balances, de ollas y cacerolas.


Pasamos por la peluquería, nos hacemos pies y manos, nos depilamos y dicho sea de paso, nos masajeamos un poco para desestresarnos.  Desempolvamos  el rimel,  las pestañas postizas y optamos por un make up que pegue con la ropa por la que tanto nos costó decidirnos. 


Seguramente, el medio camino de femme fatale con mujer que simple y solamente quiere experimentar, hará una alianza con nuestra mejor amiga que nos ayudará con toda esta previa y con el plus post de la culpa o falta de ella, que se viene después. Se comerá las uñas hasta que pase lo que deba pasar, o nos arrepintamos a los dos segundos y querramos dejar todo atrás, o mejor aún, llevarlo a la práctica con nuestra media naranja para reavivar la pasión. 

 

Sólo nuestra amiga y nosotras sabemos el debate entre nuestro Eros y nuestra culpa.  Porque en el medio de la compra de la lencería nos atacarán por la espalda, a sangre fría y a traición, los recuerdos: el primer ramo de flores que nunca más se repitió, las salidas del inicio de la relación, las hermosas charlas, los masajes a la luz de las velas alumbrando el camino al amor, que sirvieron muy bien a la hora de la conquista pero que después perdieron su sex appeal con el transcurso de los años. 


Y ahí pensamos la diferencia entre los besos rápidos y como al descuido en honor a la costumbre, y los prometedores y tentadores que ofrece la aventura. Un rejuvenecimiento de adentro y de afuera. Queremos sentirnos sexys de nuevo para otro y para esa otra, en la que me estoy convirtiendo.


Ellos son los ganadores si se levantan a otra mina, nosotras somos las guachas, las perras, las yeguas, las descocadas que salen a ventilar sus deseos sofocados de tantas noches de sueño intenso de él y de insomnio profundo de nosotras. 

 

Y llegado el momento del ser o no ser.  De traición o no traición.  Cada mujer quedará a solas con la eterna pregunta, después de todo: ¿Qué es ser fiel?  ¿A quién le debo fidelidad eterna?


Y más allá de la respuesta resoplará alguna voz repiqueteándonos al oído: ser o no ser fiel, “that it the question” y cada una tomará la decisión que crea necesaria para sí misma.