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Sáb, Abr

Los pequeños chamuyadores

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 Admitámoslo: nuestros tiernos niños son expertos en lograr que siempre terminemos haciendo lo que ellos quieren.

El diccionario computarizado de la real academia española, en el programa Microsoft encarta 2008 dice que chamuyo significa: Palabrería que tiene el propósito de impresionar o convencer. 

 

Aunque nos cueste creerlo, asumámoslo de una vez, nuestros retoños, sangre de nuestra sangre nos “chamuyan”. Pero, a veces hasta sin palabras, con una galería de gestos varios, logran sus propósitos. Y, lo que es peor, lo pasamos antes de que nuestros hijos, puedan emitir un miserable ajó.  Porque no hay que ser muy perceptivas que digamos para saber que nos pueden. 

Apenas nacen, instintivamente saben que nos tienen entregadas con moñito y todo y ni que hablar de la primera sonrisa, o la primera vez que tartamudean ma ma o pa pa. 

Otro chamuyo que puede prescindir de la palabra se transluce en el llanto. Las lágrimas, les parecen un sistema ideal de convencimiento. Las hay de distinto tipo, las discretas, como para empezar a probar la voluntad materna o paterna, las ascendentes, cuando no logran el objetivo deseado, y por último las beligerantes. 

También suelen arrugar toda la cara sin verter una sola lágrima, y, en el mejor de los casos, hacer un enternecedor pucherito que nos mata de amor y logran todo lo que buscaban. 

Ni que hablar cuando quieren empezar a hablar y todo el mundo les está atrás. Y a veces, con pañales y todo, me los imagino pensando: listos ya son míos. Están entregados, madre, padre, hermanos, tíos y parentela entera. 

Son admirables las estrategias y artimañas que  estos pequeños chamuyeros despliegan a la perfección.

Es sorprendente verlos hablar a media lengua, pero demandando como si tuvieran la sapiencia de la lengua completa.

Una madre no sabe si ponerse a reír o a llorar. La postura  con la que se plantan nos proporcionan sensaciones encontradas y replanteos varios, como ¡que flor de inocente era una a su edad! El destacamento de posturas y gestos incluye: piernas semi abiertas, brazos en jarra, cejas enjutas, y si no resulta, dedo índice acusador en conjunto con un parlamento que pondría verde de envidia al abogado más experimentado. Y forma parte de la estrategia del alegato defensor de las peticiones por ellos exigidas. Y si no, apelan a otro medio: el cansancio para negociar o renegociar sus caprichos. 

Por supuesto todo esto nos sucede a todas las madres pero los que ven la situación de afuera, suelen pensar que la criatura es la pobre víctima y la madre, siempre pero siempre, es la malvada, la bruja. A las únicas que no les parecerá ninguna exageración será a otras madres en ejercicio de su maternidad las 24 horas del día.

De cualquier manera, el estilo chamuyero de nuestros hijas/os también lo utilizan para bien y así nos regocijan, nos reconfortan y nos reconcilian de la vida.  Son los mismos a los que queremos ver después de una jornada agotadora laboral y los que nos refrescan el alma con sus sonrisas.