Diciembre de 2009.
Inevitable hacer balances cuando se está por cerrar un ciclo, y diciembre marca eso. Es un hecho que no se puede cuestionar. Hay un calendario que finaliza y otro que se inicia por invención cultural y eso, aunque querramos desatenderlo, nos induce a una mirada retrospectiva y proyectiva sobre nuestras vidas, y sobre nosotros mismos en ella.
Las fechas, los calendarios, existen para organizar nuestra existencia; darle recorrido, enlazar inicios, transcursos y finales. Enmarcarnos y marcarnos un tiempo compartido, necesario para poder enunciar una realidad que se pueda reconocer como tal. Por eso existen los rituales en determinadas fechas. Porque los humanos necesitamos inscribir los cambios, los pasajes de un estado al otro, las etapas que culminan y las que empiezan. Los rituales son necesarios sino todo sería un continuo amorfo sin posibilidad de pausa, registro y avance renovado.
Esto mismo hacemos sin pensarlo todos los días cuando nos acostamos y nos levantamos, con las cosas que se van plasmando en el medio. Todas las noches nos acostamos haciendo una revisión de situaciones y dándonos la oportunidad de repensarlas, y proporcionarles un significado más esperanzador para tratar de conciliar el sueño. Por la mañana ese acto casi automático de la noche, reformulado por el trabajo del sueño, nos prepara para el nuevo día; y así nos relanzamos desde los finales hacia los inicios.
Propongo transitar este diciembre con serenidad. Ese balance que tantas veces, y aquí mismo, referimos como inevitable; me interesa proponerlo como necesario.
No significa que tengamos que ponernos racionales, esquemáticos y exigentes. No significa hacer un detalle de las supuestas pérdidas y ganancias desde un punto de vista cuantitativo o superficial. Propongo que lo que no pude ser, los "no logros"; no se signifiquen y connoten negativamente como "fracasos".
Nuevamente el factor tiempo, muchas veces es un aliado que no reconocemos como tal. La ansiedad post-moderna no nos permite aceptarlo y muchas veces genera que abortemos proyectos justo antes de que estén por concretarse, por no confiar en nosotros, por estar viendo un "fracaso" cuando sólo hay procesos en curso, quizás demoras, quizás necesidad de cambiar el planteo original porque una energía renovadora de nuestro interior lo está pidiendo, bloqueando una posibilidad solamente para que podamos abrir otra... Una opción que nos conecte con un objetivo trascendental, superador de las anécdotas del "tengo" y "no tengo", con un deseo superior, más noble y más justo para con nosotros mismos.
Propongo el balance como la preparación para una revolución personal. Tomar conciencia, identificar aquello que nos hace bien y lo que nos aleja de nosotros mismos; detectar aquel recurso emocional que por ahí no desarrollamos lo suficiente como para poder equilibrar el sentido de nuestras vidas, la elaboración de los duelos, la valoración y disfrute de los logros cotidianos.
Planteo agudizar la percepción de nuestros deseos más íntimos, concretarlos en algún proyecto articulado con otros y en compañía de nuestros afectos. Propongo desde allí, ampliar el horizonte.
Todo lo que necesitamos para renovar las esperanzas está dentro nuestro. Nada que venga de afuera tendrá el poder de darnos la capacidad de habitar una vida más plena. Esto es un atributo personal, que se desarrolla y se trabaja constantemente, aceptando las marchas y contramarchas como movimientos necesarios para ubicarnos y avanzar en la dirección que el corazón oriente.
Aceptación, comprensión de la diferencia sin prejuzgar negativamente, generar cercanía con lo que nos hace bien. Perseverancia, valor y valorización. Confianza y paciencia. Lo demás llega, surge.
Que el balance de este año, se transforme en un movimiento tranquilo, pendular por sobre lo vivido, tomando perspectiva. Como quien mira una escena desde afuera y comprende la obra buscando la armonía, una coherencia interna más que un final triste o feliz.
Desestructuremos el balance. No hay que realizar listados mentales estáticos. Propongo balancearnos sobre lo vivido, con un criterio exploratorio no culpógeno, para estimular la conciencia y percepción de cómo nos hemos sentido, cómo nos sentimos y en base a esto, cómo y por dónde queremos continuar.
Balanceo que serene, para que los sueños vuelvan a hacer su trabajo y sean el insumo que regenere nuestras ganas y proyectos.