Manual de la buena convivencia

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Cualquier ser pensante entiende y comprende que la convivencia, con quien fuere, puede ser una panacea, y por eso hay que poner límites, normas y establecer algunas pautas, para evitar que haya roces.

Sabemos que los padres son lo único incondicional en la vida y que nosotros seremos incondicionales con nuestros hijos, pero llega un momento en que tenemos que vivir en casas diferentes.

Toda convivencia requiere de un control de nervios, el buen ejercicio que implica tomarse todo con calma y proceder a vivir abonado a la idea de una armonía perpetua.

El estar excesivamente juntos, como, su opuesto, estar excesivamente separados no le hace bien a nadie, por más bienintencionadas que seamos. Entonces, habría que practicar para llegar a una distancia óptima de uno con el otro.

Hay muchas parejas adeptas a usar camas separadas, y hasta cuartos diferentes, evitan así muchos encontronazos cotidianos. Pero las convivencias difíciles no son sólo patrimonio de las parejas, sino que las guerras de los roces se suscitan entre padres, hijos, hermanos, mascotas y otras yerbas, inclusive entre los amigos.

Prueba de esto es que cuando mi amiga se vino a vivir conmigo nos peleamos como una consecuencia natural de la cercanía de límites de ella y los míos.

Entre hermanos la cosa no mejora, es más, empeora. Cada tarea doméstica compartida es un cuestionamiento absoluto que termina en una monarquía, al son de: “en esta casa mando yo y se hace lo que yo digo”.

Y con eso concluyo toda la deliberación previa: que consiste en explicarle a los dos energúmenos que la vida me dio, que una tiene todo el derecho del mundo a vivir en un ambiente limpio y que ellos contribuyen exactamente a lo contrario.

Otras inquietudes capaces de hacer temblar la paz hogareña: Las preguntas de rigor son ¿por qué lo tengo que hacer yo?

De todos modos y maneras, he de concluir que cuando la casa está ordenada, en silencio sepulcral, cuando estamos todos los que somos, le falta algo.

Le falta el bullicio de todos, con sus risas inclusive con sus enojos, porque no sólo la limpieza, el aseo y el orden la constituyen, sino que todos con todo junto, hacemos un hogar, que a veces es un hogar dulce hogar y que otras parece un todos contra todos, pero en fin, parece que en algunos casos así funcionan las leyes de la vida y las leyes del querer.