Cómo ser una paciente estética en el 2014

Typography

 No es lo mismo una paciente estética de hoy, que una de hace 30 años atrás. El acceso a la información, los medios especializados en estética, y la difusión que este tipo de medicina tuvo en las últimas décadas, hizo que las mujeres lleguen actualmente al consultorio con un gran conocimiento acerca de los productos y tratamientos. 

El profesional debe indicarle a la paciente los alcances de cada tratamiento según el grado de su patología, sin generarle falsas expectativas. 

Un buen profesional, luego de evaluar a su paciente, hace un diagnóstico preciso de su situación a nivel estético y de los pasos a seguir para efectuar un tratamiento. Y, al mismo tiempo, la informa sobre los resultados o límites de cada procedimiento para evitar expectativas ficticias. Así que es clave que el médico sea honesto con respecto a lo que se puede modificar y en qué medida se puede realizar, para que la paciente luego evalúe si está dispuesta a realizar el cambio. Este paso es fundamental, puesto que luego de la aplicación de una técnica o producto determinado, su desengaño puede ser muy grande si sus anhelos no se cumplen. Por eso, antes de generar esta insatisfacción, es obligatorio que entre médico y paciente haya una charla clara y basada en la realidad. Las promesas de cambios estéticos mágicos no suelen cumplirse.

Un buen profesional de la medicina estética no usa productos de manera irresponsable ni desmedida.

Hoy en día, las pacientes demandan retoques con más frecuencia y consultan por nuevos rellenos porque tienen la información al alcance de la mano. Pero, a veces, un buen profesional se distingue por decir “no” cuando su paciente es muy joven para someterse a un procedimiento, cuando pide rellenos de manera “adictiva”, cuando no respeta los tiempos entre las sesiones de mantenimiento, o cuando quiere más y más tratamientos porque nunca está del todo conforme con la imagen que le devuelve el espejo. En estos casos, el médico es quien debe ponerle un freno a los requerimientos desmesurados de su paciente, por el beneficio de su imagen y para que no sea una mujer “sobretratada” y con facciones desnaturalizadas.

El logro estético de un tratamiento se basa en que sea pensado específicamente para cada paciente. 

Los tratamientos no se replican de una persona a la otra de manera mecánica. Es decir que, porque a una mujer determinada corrección le haya quedado muy bien, no significa que a otra haya que realizarle exactamente el mismo retoque, con el mismo producto o utilizando el mismo tratamiento. Por este motivo, el profesional de la estética debe evaluar detalladamente a cada una de sus pacientes, observando su edad, su piel y su nivel de deterioro, sus rasgos, sus hábitos de vida y los resultados anhelados. De esta manera, el procedimiento será personalizado y adaptado a las necesidades de cada mujer.

La paciente debe indagar acerca de riesgos y complicaciones de los tratamientos, y el profesional debe responder al respecto, sin omitir información.

Siempre es crucial que el profesional le explique a la paciente cuáles son los riesgos del procedimiento, cuáles son sus posibles complicaciones, de qué manera tiene que atravesar los días previos y los posteriores al tratamiento, y cuáles son las molestias frecuentes. Todo esto le dará tranquilidad y confianza a la paciente, para tomar una decisión y no encontrarse con dolores o dificultades inesperadas. De esta manera, el médico no solo informa, sino que también prevé y contiene a la paciente, quien le deposita su confianza.

Una paciente no le indica al profesional qué tratamiento o productos quiere aplicarse. Sin embargo, interviene activamente en las decisiones que el profesional le aconseje. 

Una paciente estética del 2014 ya no tiene un rol pasivo ante el especialista sino que, por el contrario, su función es activa, asumiendo su grado de responsabilidad, su decisión, informándose sobre la técnica y sus riesgos, y haciendo todas las consultas necesarias antes de cualquier procedimiento. Si bien es esencial que la paciente intervenga de manera participativa, y no solo acate lo que el médico le indica sin evaluarlo, su rol es previo a que el profesional intervenga. Es decir que, habiendo llegado a un acuerdo entre las partes sobre productos y procedimientos, cuando el médico comienza su tarea, la paciente debe confiar en que eligió las mejores manos para ser tratada.

El profesional ético no debe fomentar tratamientos innecesarios, por su cuenta o por demanda de la paciente.

Hay pacientes que viven haciendo visitas a uno o más profesionales de la medicina estética, porque son adictas a los tratamientos. Son las primeras que acuden al consultorio ante un nuevo producto, procedimiento no invasivo, o nueva técnica de rejuvenecimiento. Estas mujeres no aceptan que un médico se niegue a tratarlas, aun cuando su buen criterio profesional le advierte que la obsesión por la perfección estética les resulta desmesurada e incontrolable. En estos casos, un profesional ético y responsable deberá evitar que la paciente continúe en este círculo vicioso y, por supuesto, no debería fomentarle tratamientos innecesarios que la perjudiquen tanto estética como psicológicamente.

La paciente debe indagar acerca de la aparatología con la que cuenta el profesional, y saber si tiene procedimientos de vanguardia. 

La medicina estética se va actualizando de manera rápida y en forma constante. Año a año aparecen nuevos y mejores aparatos, con más funciones y más eficaces, que brindan mejores resultados en menor cantidad de sesiones. Por esta razón, el profesional debe invertir en aparatología, y ocuparse de que él y su personal puedan manejarlos a la perfección para sacarles el mayor provecho. Además, cada aparato tiene indicaciones y contraindicaciones que un buen médico no puede desconocer para poder trasladárselas a su paciente.