¿Te fijaste alguna vez qué pasa con tu panza cuando hacés abdominales? ¿Miraste alguna vez a alguien que los esté haciendo y observaste qué sucede con su abdomen cada vez que levanta la cabeza haciendo el ejercicio?
En ese momento, antes de comenzar, nuestra panza está más adentro y más plana que nunca, hasta puede ser que se nos hunda un poco y se salgan las costillas afuera. Pero ¿qué pasa al subir la cabeza y despegar los hombros del suelo, al hacer el ejercicio abdominal? En ese momento la panza se abulta y sale para afuera. Es decir, que ese abdomen que estaba hundido y plano en la posición de inicio, luego se abomba y sube.
Cada vez que hacemos el ejercicio empujamos la masa visceral, y ésta, a su vez, empuja y estira hacia afuera a la pared abdominal la cantidad de veces que se lo repita.
Queremos tonificar, estamos intentando tener un abdomen más tenso y menos panza, pero con los ejercicios que hacemos estamos logrando todo lo contrario.
Propongo apelar al sentido común, y que vos misma te des cuenta de lo que pasa en tu cuerpo.
Si cuando hacemos mucho trabajo de brazos, de bíceps por ejemplo, el músculo crece y aumenta su tamaño, tenés que preguntarte si puede ser que con los ejercicios abdominales suceda lo mismo.
Si controlamos que no suba el abdomen, apretando a propósito el ombligo para adentro, tenemos un aumento de presión intraabdominal muy fuerte, y, con ello, se vería muy afectado el piso pélvico porque no es bueno que se estire y sufra presión hacia abajo.
Tenés que observar y comparar entonces cómo está el abdomen en la posición inicial, es decir, cuando la cabeza está en el piso y también mirar qué pasa con él cuando se sube la cabeza, si queda igual, sube, o baja.
La idea de esta nota es que reflexiones sobre si los abdominales te resultan beneficiosos o no. En la siguiente entrega seguiremos profundizando el tema y daremos a conocer un método integral sumamente saludable, el método hipopresivo que se basa en el conocimiento y control sobre tu propio cuerpo.