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Sáb, May

“Mamina”: con M de mamá, con M de maltrato

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 "Mamina" debate el problema del embarazo en la adolescencia.

Mamina (historias de madres adolescentes), de Ana Jusid, es una propuesta de teatro leído basada en el libro Cuadernos de la semilla de la misma autora.

En el Centro Cultural Caras y Caretas, Mamina (historias de madres adolescentes) sorprende desde la elección del tema, el embarazo en la adolescencia, hasta la mismísima puesta en escena.

Sobriamente, las actrices esperan al público, vestidas de negro, descalzas y sin moverse. Una música suave abre paso a la luz que ilumina a la protagonista de cada historia; historias de chicas muy jóvenes, en edad de la fiesta de quince, a las que la vida tomó por sorpresa o las puso en un camino para el cual ni ellas ni sus familias estaban preparadas.

Mamina y sus historias

La primera historia trata sobre una chica que conoce a un joven y cuyo amor culmina en embarazo, el mismo que trata de ocultar a su familia por todos los medios posibles. Este drama queda evidenciado cuando la joven dice: “No…, si hasta los tres meses no se nota nada… Y cuando se note, qué sé yo, me pongo un corset, una faja…”. Aunque los padres intentan separar a la pareja, al final, los novios devenidos papás logran formar su propia familia.

La segunda historia es una voz baja en tono, intimista y sufrida. La chica ha formado familia, pero no logra superar el maltrato de su familia de origen, el de su novio y los horrores del parto en un hospital público. Ninguneada y maltratada, pone al descubierto la deficiente atención hospitalaria y la desacralización del momento del parto. No por la ciencia, sino por profesionales. Por eso ha tomado la decisión de no tener más hijos.

En la tercera historia toma la palabra la clase alta: una chica fina y bien vestida conoce a un joven quien, de entrada, se perfila como no deseable. Es la única a la que la familia le da la opción de abortar. Sin embargo, elige tener al bebé y vivir al lado de un acosador, soportando no poder darle un beso a la gente ni tener amistades. Finalmente, se separa y queda sola con su hijo. No sin antes confesar el maltrato del que era objeto, cuando su voz, como un eco, reza: “Y esa vez que me pegó delante del nene, fui y lo denuncié”.

La cuarta voz está sentada ante una mesa como esperando un café y cuenta la historia de su amor con un chico dos años mayor. Una historia como la de sus padres, pero que su madre, viuda y con problemas psicológicos, no acepta. Un intento de suicidio por parte de ésta, hará que el novio ocupe el vacío afectivo y estalle la tormenta familiar con un embarazo a los 16 años, negado por ambas familias. De armas tomar, los jovencitos alquilan una habitación, montan un quiosco y preparan alumnos, sin lograr ser aceptados por sus familiares.

Sin pausa, la actriz se levanta y asume otra identidad, M, una chica violada varias veces por su familia y por un hombre, aunque todos los dedos la apunten a ella, culpándola. Su madre dice: “Mira cómo hablas, cómo te vestís, vos lo provocaste”. De esta manera, absuelven al agresor y castigan a la víctima, quien, entre dos fuegos, opta por sacar a su hija A de semejante infierno dándola en adopción.

Mamina: debate sobre el embarazo en la adolescencia

Todas las actrices convergen en el centro y todos —hasta el público— son M. Cada voz narra un tramo de su calvario. Mamina, con M de mujeres, con M de mamá y también con M de maltrato, es una obra que promueve el debate, que nos conmueve y que, además, nos lleva a reflexionar sobre el problema del embarazo en la adolescencia, una situación que nos atraviesa como mujeres y como sociedad.

Dirigida impecablemente, es una puesta en escena para ponerle nombre, palabras, gestos y cuerpo a lo que está pasando, no sólo en Argentina, sino en todo el mundo.

Los testimonios de las madres adolescentes encarnan las voces de las actrices: Guadalupe Iñiguez, Constanza Lidueña, Lucía Quiroga, Verónica Sassaroli. Asistentes de dirección: Adriana Avanzini con la colaboración de Irina Ires. La Dirección general es de Ana Jusid.