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Sáb, Abr

¿Por qué hablan tanto las mujeres?

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Hace poco un amigo se preguntaba esto mismo en el nick de su msn; justo pocos días antes de que yo tuviera un encuentro maratónico de amigas reunidas a las 15 hs de un sábado, concluido a las 5 am del domingo.

Durante todas esas horas no paramos de hablar, y esto es literal. Mates, comida dulce, comida salada, cerveza, cigarrillos para algunas, con sesión de maquillaje profesional incluido, acompañaron las conversaciones continuas. Los temas iban surgiendo concatenados por conectores insospechados que aparecían para que al menos, lo que nos interesaba y necesitábamos expresar de manera particular y haciendo eco en el grupo, tuviera oportunidad de surgir.


Risas, seriedad, emociones, lágrimas y hasta gritos. Alimentación, belleza, hombres, hijos, familia, trabajo. Denominador común: buscar el equilibrio. 

Cultural, histórica y fisiológicamente las mujeres estamos preparadas para pensar y hablar "en procesos". Tendemos inevitablemente a captar y expresar todos los elementos y emociones vinculadas a una situación para explorar su naturaleza, fundamentos, identificar un punto de vista y cambiarlo si es necesario.

Nos disponemos a desatar un río semántico y a hallar un cauce compartido, para constituir la posibilidad de transformar la realidad y hacer de nuestras vidas, junto a los seres que amamos, un lugar cuidado, más habitable, con potencial de crecimiento y transformación para asimilar experiencias y redefinir el rumbo con fuerza, pasión y tenacidad.

Solemos ponerle la misma intención y voluntad a la vida de las personas que nos interesa proteger y ayudar también. Para eso buscamos comprenderlas. Para comprender hay que llegar a la forma en que las situaciones se generan, y no simplemente leer un resultado actitudinal final, que es sólo la parte más visible de un proceso. Hablamos mucho porque tendemos a comprender y cuidar, aún cuando nos equivocamos.

Muchas veces caemos en una sensación de desamparo por la multiplicidad de estímulos que percibimos y no por elección; sino por condiciones estructurales: anatómicas, químicas, hormonales, culturales y los lugares sociales nuevos e históricos que ocupamos e intentamos desarrollar con responsabilidad. Esto hace a ese "desborde" que muchas veces se ve y sobre el que se ironiza o se ataca lo más genuino y propio de la femineidad.

"No todo es lo que parece". La mayoría de las mujeres lo aceptamos desde un lugar más naturalizado. Sabemos que la realidad es mucho más amplia y maleable que el recorte que todo ser humano es capaz de registrar, según su particular experiencia. La comunicación, el uso de las palabras son creadores de realidad y en nuestro discurrir compartido buscamos generar nuevos sentidos.

Sí, sé que en muchos casos las palabras son vacías, exageradas, desmesuradas, manipuladoras y hasta obscenas por ser innecesarias. Esto también ocurre con los silencios, lo cual puede resultar más cruel; pero éstas son actitudes que no tienen género.

Sé que necesitamos de esa complementariedad de lo masculino para actuar por un resultado puntual, acotando un poco la impresión que nos dejan los hechos que nos atraviesan.

Sé que siempre que nos desbordamos, una palabra de afecto, de reconocimiento, un abrazo o un beso a tiempo nos eleva el espíritu, nos hace descansar y... nos hace callar.