Descripto en el cuerpo

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Dos señoras en un café:

- “¿Qué le pasó a esta chica que ahora sale en la revista desnuda?”

- “Viste como son ahora, cualquier excusa para mostrarse... ya no hay límites. Para colmo está gordita... la teta medio caída... ¡qué desastre!”

Dos hombres sentados en el living de una casa:

- “La chica de la Concepto de Mujer está en bolas”

- “¡No te puedo creer! Yo le veía cara de trolita”

Estas son las conversaciones que me imaginaba cuando me preguntaron si me animaba a hacer un bodypaint. Quienes lo proponían eran: Darío Parvis, un artista plástico con una amplia trayectoria, junto con Analía Gómez Lima, una experta en bodypaint quien recientemente participó del concurso mundial de esa técnica en Austria. Ambos trabajaron en la performance que realizó Liu Bolin (un artista chino mundialmente reconocido) en el MACBA durante su paso por Buenos Aires. Darío y Analía querían probar una mezcla de estilos y técnicas.

- “Tengo 38 años y nunca tuve cuerpo de modelo” les dije como si pidiera perdón por comer postres, pero me respondieron que no buscaban a alguien muy flaca y riéndose me dijeron que si tuviera la esquelética figura de una modelo de moda, no tendrían espacio para pintar.

 

El qué dirán

Encontré muchas razones para decir que no. La mayoría tenían que ver con el mensaje equivocado que, me imaginaba, podrían leer muchos hombres en la decisión de desnudarme. Si con una foto en minifalda recibo mensajes subidos de tono de desconocidos, con una foto desnuda la situación prometía ser insoportable. Finalmente hice un ejercicio que vengo practicando mucho últimamente y es pensar: ¿qué es lo que yo quiero? Y descubrí que moría de ganas de trabajar con esos grandes artistas, de participar de un trabajo en conjunto en un área como la pintura que siempre me fascinó. Y entonces dije que sí, y sentí que saltaba al vacío de lo nuevo y desconocido.

 

La inseguridad con el cuerpo

Aprendí con el tiempo que a los hombres les gustan un poco más redonditas y eso me da cierta seguridad, pero de ahí a estar 5 horas en tanga rodeada de gente hay una gran diferencia y no sabía qué tan cómoda me podía sentir. Por un lado les voy a decir que ser lienzo no es tan fácil y como cualquier roce arruina y mezcla la pintura tenía que estar perfectamente inmóvil y con los brazos levantados mientras los artistas hacían su trabajo. Me dolían los músculos y el cansancio iba aumentando con las horas. Mientras tanto Analía y Darío me pintaban y César y Lucía del Estudio Fotográfico César Capasso iban registrando el trabajo. Fue el momento más extrañamente egocéntrico de mi vida donde todo parecía girar a mi alrededor y sin embargo la importancia estaba sobre mi piel y no precisamente en ella.

Cuando vi las fotos terminadas y retocadas me parecieron hermosas pero de nuevo la inseguridad me hizo dudar si compartirlas o no y cuando lo hice comencé a recibir mensajes que decían cosas como “¿sos vos?” y “me sorprendiste”. Y sí... yo también me sorprendí a mí misma. Parece que una nunca termina de conocerse.

 

Vivir la vida

No les voy a decir que hacerse un bodypaint es honrar la vida, pero sí que para mí fue vivir la vida, mi vida sin la mirada de los demás juzgando las decisiones que tomo desde adentro de mi cabeza. ¡Qué difícil nos resulta a veces! ¿no? Y qué fácil parece cuando ya lo hicimos y miramos para atrás y nos vemos a nosotros mismos paralizados por algo que a la distancia nos parece una pavada. Dicen que al final de la vida nadie se arrepiente por lo que hace, sino por lo que no hizo. Y así como es importante mantener los pies sobre la tierra y escuchar con atención a los demás, también hay un momento en el cual es necesario dar la espalda a lo que no queremos o no nos hace bien.

 

Dar la espalda

Dar la espalda a esas relaciones conflictivas sin fundamento. Esos hombres que hacen un patético esfuerzo por parecer distantes, fríos y calculadores con quienes las conversaciones son siempre las mismas.

Él te dice "no busco nada serio porque no quiero una novia que me hinche". Y como vos no disimulás que te importa muy poco lo que quiera con su vida, el tipo insiste: "no te me vas a enamorar ¿no?"  ¡Qué esfuerzo no enamorarse de un hombre que no tiene nada más que ofrecer que sexo! "Sacá número que tengo una fila hasta la esquina" te dan ganas de contestarle, pero no querés herir su pobre ego y preferís no decir nada (aunque en el fondo pensás que vos sos un partidazo y él poco menos que un idiota).

Si este hombre fuera inteligente se iría con su teoría, pero necesita generar desesperación en vos, que te vuelvas loca, te rasgues las vestiduras por su rechazo. Su plan no resulta. Es que en cada "no me quieras" vos escuchás: "mamá mirame, mamá mirame, mamá mirame". Entonces cuando le das la espalda se ofende, se enoja, te bloquea por no haber hecho lo que él esperaba de vos y que era básicamente que le ruegues su amor inexistente. "¿Y si decís directamente lo que querés y nos dejamos de histerias estúpidas? La verdad es que me aburrís" le confesás podrida de tanto drama sin sustento y entonces él responde que sos mala y maltratadora.

"¡Saludos a tu mamá!" le gritás mientras dá el último portazo en tu vida.

 

Descripto en el cuerpo

Pero, a veces, nos cruzamos con otros hombres, unos que nos hacen sentir hermosas a pesar de todos esos detalles que nosotras miramos en el espejo, a pesar de las gripes y de las mañanas sin maquillaje. Hombres que nos hacen reír a carcajadas y para ellos es esta nota, porque son los compañeros que nosotras elegimos para escribir la historia de nuestras vidas.