Las vacaciones no son un lujo, ni un capricho, a pesar de que a veces se convierten en eso. Las vacaciones son una necesidad: necesitamos pausar las actividades laborales o de estudio para recargar energía y, sobre todo, descansar. Ahora, lo que nos proponemos es reflexionar sobre el para quién vacacionar.
Buscando un para quién profundo, que no se refiere a si lo que planeamos implica el disfrute de otras personas, familia o pareja, por citar alguna alternativa, sino repensar las imposiciones ante las cuales nos vemos en la obligación de sucumbir en esta época del año.
El cuerpo: la mirada ajena
Sin ánimo de universalizar, es moda que en esta época del año se impone la necesidad de llegar con un cuerpo lo más parecido al modelo imperante, delgado, entonces desde los medios de comunicación abundan las alternativas de dietas, tipos de ejercicios, y demás opciones, en muchos casos seudomágicas para lograrlo.
Ahora bien, ¿por qué esa presión que, si bien existe siempre, se agudiza en verano? Muy sencillo, en verano mostramos el cuerpo, las demás personas lo ven, no podemos disimular aquellas características que se alejan de los estándares de belleza como en invierno. Nos preocupa más que descubran nuestras supuestas imperfecciones que nuestra propia sensación, porque habitamos nuestro cuerpo todo el año y la imagen que nos devuelve el espejo puede resultarnos más o menos amigable tanto en invierno como en verano, la diferencia es que en verano la exponemos hacia el afuera, que pareciera tener más relevancia, si necesitamos trabajar para lograr su aprobación.
Independientemente de los motivos de salud que, por supuesto, no se cuestionan, el punto es repensar si le damos más importancia a la mirada ajena que a la propia.
La imagen para el afuera
Otro punto a analizar es qué mostramos: vacaciones para la foto, que sería sinónimo de "para las redes", con imágenes que a veces no reflejan la realidad, puestas en escena para demostrar (¿a quiénes?) que disfrutamos, la obligación autoimpuesta de viajar, cambiar el paisaje, el escenario, porque es lo que está de moda, a pesar de que con frecuencia las posibilidades económicas no lo permitan; porque la pregunta de quienes nos rodean es ¿a dónde te vas o te fuiste? en vez de ¿cómo estás? o ¿cómo te sentís?
Desde el counseling acompañamos procesos mediante los cuales se disminuye el foco de valoración ajena y así aumenta el propio, un camino de aprendizaje que lleva a priorizar nuestras necesidades, redescubriendo nuestras motivaciones y dándoles la trascendencia que merecen, cargando de amor nuestra mirada que es la que tiene más importancia, que es con la que convivimos cada día y la que nos va a permitir, desde la comprensión, vivir nuestra realidad y mostrar, si así lo deseamos, pero sin presiones externas y sin distorsionar ni negar nuestras experiencias.
Volviendo a la pregunta inicial ¿Para quién vacacionar? La respuesta sería vacacionar primero para nuestra propia satisfacción y después (no es imprescindible), pero mucho después, para el afuera.
Parafraseando el dicho popular: "una imagen vale más que mil palabras", podríamos decir: "mi experiencia, mi vivencia, mi deseo y mi necesidad valen más que mil imágenes".