El aislamiento social preventivo y obligatorio está orientado a preservar nuestra salud física; pero no nos pone a salvo de otro posible enemigo invisible: los sentimientos negados que ponen en riesgo nuestra salud emocional.
Miedo al contagio, miedo a contagiar, miedo a no cobrar, a no pagar, miedo al presente, miedo al futuro. Y, casi resignadas, nos disponemos a colocarnos tapabocas al salir, sacarnos los zapatos al entrar, limpiar los pisos con lavandina, rociar el ambiente con antibacterial, lavarnos las manos, pasar alcohol en gel por todas las superficies, estirar el magro e incierto presupuesto, preservando la salud física, superviviendo.
En estas vacaciones eternas hay algo que está apareciendo, se está moviendo, algo a lo que no somos inmunes, que nos asusta, algo que insiste. No podemos ser libres, cumplimos con todas nuestras actividades, con los mandatos familiares y sociales. Algo ahí se derrumba, ya no sabemos quiénes somos, qué queremos, qué necesitamos.
Esta cuarentena interna pone en jaque nuestros valores y creencias, nos encuentra haciendo cosas que no estaban en nuestros planes, cosas que no queríamos o no podíamos enfrentar. Aparecen nuevos temores, dudas, incertidumbre, inseguridad. Así como, en esta condición de aislamiento, podemos percatarnos de la pintura de la pared que está cayendo, la canilla que gotea o un dobladillo descosido, también podemos darnos cuenta de esas pequeñas grandes cosas que ocurren en nuestro interior; hoy tenemos tiempo para observar.
Por ahora no se puede salir de casa, pero mucho menos podemos escaparnos de nuestro propio ser. A diferencia del cuerpo temporalmente cautivo, este otro plano, el interno, sí puede ser liberado, sin antídotos ni vacunas.
El abordaje consiste en reservar algo de este nuevo tiempo disponible para nosotras mismas y atender eso que nos asalta o nos llama tan insistentemente: ¿qué estoy sintiendo ahora?, ¿cómo me afecta este sentimiento?, ¿a qué se parece?, ¿qué me recuerda?, ¿lo resolví antes?, ¿cómo?, ¿qué podría hacer ahora para estar mejor, para aliviarme?, ¿qué estoy necesitando? Los asuntos sin resolver sacaron número y se pusieron en fila, nada mejor que hacerles saber que conocemos que están ahí, que están siendo reconocidos y tienen toda nuestra atención.
La cuarentena, no solo quiebra la ordenada cotidianeidad, también interrumpe los proyectos, nuestros deseos y ambiciones quedan bloqueados: este año no me voy a recibir, no voy a tener el ascenso, no voy a viajar. No sé qué voy a hacer, no sé qué voy a ser.
Este tiempo nos podría servir, además, para prestarle atención a los asuntos pendientes. Todas las preguntas que surjan constituyen el inicio de un diálogo interno que nos ayudará a desplegar y liberar nuestro potencial, esas cosas de las que somos capaces y no se animan a asomar; estos otros aspectos silenciados también necesitarán saber que estamos dispuestas a escuchar, atender y ponerlos en juego para empezar a aparecer. Tímida y creativamente comenzarán a tomar formas y colores y nuevamente.
Tiempo de introspección, de reconocimiento y autoconocimiento, de aceptación y autovaloración, de reafirmación de quiénes queremos ser.