¿Hasta qué punto tener paciencia es bueno?

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La paciencia es reconocida como una virtud, hasta que notamos, o nos hacen notar, que estamos haciendo un uso desmedido o inadecuado de la misma, al  “sostener algo” que nos está perjudicando. ¿Cuándo es virtud y cuándo puede tomar la forma de un defecto por la nocividad hacia uno mismo? En este último caso: ¿sigue siendo paciencia o se transforma en “otra cosa”? ¿Cuándo estamos siendo maduros al tenerla y ofrecerla; y cuándo esa… ¿tolerancia? (¿es lo mismo que paciencia?) es un rasgo de inmadurez? 

Hay circunstancias que logran impacientarme o provocarme una molestia. Muchas veces me pregunto si ese estado es producto de estar siendo excesivamente paciente o enormemente intolerante; y más de las veces me cuesta discernir. Creo que es más difícil de lo que se cree identificar estos límites y lograr hacer un buen uso de la capacidad de la paciencia. 

Para despejarme un poco la cuestión, voy a exponer algunas de mis opiniones o creencias asociadas al “ser paciente”: 

- La paciencia es una característica de la personalidad madura, que busca la armonía y se descubre más auténtica en ella.

- Su opuesto es la impulsividad y/o la ira.

- Paciencia me remite a poner límites a nosotros mismos primero; pero también a los otros. Esto implica abrir un espacio, un juego. No lo cierra con preconceptos, necesidades inmediatas, temores o ansiedades que, en general, nos vienen de carencias no resueltas y tienden a apoderarse de nosotros.

- Ser paciente no significa ser pasivo. Lo veo más como un repliegue para activarnos interiormente, captarnos captando al otro, y viceversa.

- La paciencia nos ayuda a desarrollar una sensibilidad que nos permite identificar problemas, contrariedades, alegrías, tristezas, frustraciones; reposar un poco en ellos, tramitarlos internamente para lograr cursarlos de la mejor manera.

- Nos recuerda que podemos valernos del tiempo para accionar de manera “eficiente” al reestablecer una anhelada sensación de bienestar o serenidad, con un plus de ganancia emocional, mayor madurez emotiva.

- Tener paciencia es favorecer un espacio para que una oportunidad se despliegue.
Sólo cuando esto no ocurre en un “tiempo prudencial" deberíamos dejar de ser pacientes en un sentido para poder accionar en otro. (¿Cómo saber cuando el tiempo cumple en ser prudencial? ¿Será cuando empezamos a alejarnos de nuestro eje, perdiendo potencialidad para nuestros proyectos?)
 

Resulta claro que yo también considero que ser paciente es virtuoso; pero entonces… ¿Cuándo se da y cómo se llama esa actitud que desplegamos frente a una situación o una persona, que nos hace mal; y nos engañamos suponiendo que estamos siendo pacientes (maduros) y en realidad estamos siendo obstinados, al no querer modificar una relación (¿con nosotros mismos?) no sana, por temor a soltar, por temor al cambio, por temor a volver a empezar, por temor a crecer. 

Entonces encuentro que tengo creencias vinculadas a la paciencia, como actitud que persigue con calma un objetivo de crecimiento y cambio; y creencias vinculadas a la obstinación como una actitud insegura y desesperada que, a través de una forzada permanencia en una postura, impide que un cambio estructural y necesario acontezca. Ambas conllevan angustias, postergaciones y decisiones difíciles; pero eso no las hace iguales. La posibilidad de aprender, elevarnos espiritualmente y aportar al bien común o no, las diferencia y define.

Al ser paciente – madura, ante una situación que no se controla:

* Se sabe que las cosas son como pueden ser.

* Se aporta una confianza atenta y no una confianza ciega. Confiar es actuar sin resentimientos; es soltar una actitud esperanzada, calma y activa. Se busca modificar con la experiencia, actuando conforme con el deseo.

* Se brindan oportunidades, confiando en que el infortunio se resolverá.

* Se intenta comprender que el otro acciona como puede, como sabe; que esas formas difieren de las propias y que no siempre tienen una intencionalidad de daño.

* Se interviene para dar y recibir, mientras se cuenta con la ayuda del tiempo para que el resto de los elementos también decanten y configuren una situación diferente.
* Se comunica honestamente lo que se siente a los otros, aunque sea doloroso, y se pide ayuda. Se compromete y apela a las responsabilidades de todos los involucrados.
 

La paciencia, entonces, sería una capacidad que permite un proceso por el cual el ser busca realizarse en una nueva situación, y en relación necesaria con los otros.

Al ser ¿obstinada – inmadura?, ante una situación que no se controla:
* Se sostiene una comprimida tolerancia que no cede lugar ni deja que el otro sea libre de ocupar el que elija.

* No se asume el dolor de una expectativa no satisfecha; y se tiende a taparla con una intranquila excusa que evita el conflicto manifiesto.

* Se genera tensión interna y externa, bajo una impostada y falsa calma que se sustenta en otras acciones que, en general, la contradicen.

* Se actúa desde la desconfianza.

* Se siente, aunque "se tape", una evidencia que no quiere ser mirada.                                                  
* Se apega y se fuerza a que algo permanezca de una forma conocida, empobrecida y sufriente. El tiempo en estos casos sólo sirve para arrojar más de lo mismo; cada vez con mayores resentimientos y negatividad.

El miedo al dolor del crecimiento, el temor a dejar la “cómoda zona de incomodidad” para probar una “incómoda zona de nueva comodidad posible”. La obstinación es también una capacidad y un proceso por el cual el ser busca fijarse a una forma de relación, a pesar de sí mismo y de los otros.

Creo que muchas veces cuando “nos damos o damos tiempo”, actuamos con una combinación de ambas actitudes, en dosis diferentes y variadas. Lo dicho hasta acá me resulta insuficiente y me altera. ¿Estaré siendo en este instante excesivamente paciente u obstinada con el tema?