Nuestro entorno social ha establecido parámetros que, lejos de ser beneficiosos y equitativos, sitúan al fracaso como el opuesto definitivo de todo aquello relacionado con el liderazgo: el triunfo, el reconocimiento, la victoria y la realización como individuos. Por lo tanto, en un contexto que sostiene la supremacía del hombre sobre la mujer y decreta una distribución desigual del poder: ¿qué podríamos hacer, como mujeres, para redefinir las reglas del juego? Y lo que es más, ¿cómo es posible reconstruirnos como seres autónomos?
En el mundo profesional, los conceptos de éxito y liderazgo generalmente van de la mano, ocasionando numerosas problemáticas en relación al reconocimiento, la competencia, la rivalidad y la victoria. En el ámbito personal, por otro lado, esto adquiere un matiz distinto ya que los juegos de poder y los roles preestablecidos por el entorno social ponen en evidencia la desigualdad que en ocasiones rige a un vínculo, impactando en una escala tan inesperada como el desempeño sexual.
Las nociones de éxito asentadas a nivel cultural se encuentran asociadas de forma directa a los logros y a alcanzar un resultado final, manejándose en términos de vencedores y perdedores.
Liderazgo, por su parte, recibe la siguiente definición formal:
Condición de líder / Ejercicio de las actividades del líder. Sacar a relucir al líder que hay en cada una de nosotras requiere una gran responsabilidad y una revisión profunda de nuestras propias creencias.
Por lo general, para la mujer, sus logros tienen que ver con:
-Su participación en los logros de los demás
-La satisfacción que produce sentirse útiles o necesarias para los otros
Una idea preconcebida por otros sobre los premios y beneficios que otorga el éxito
pueden incluir objetivos tan vastos como:
-Obtener honorarios acordes a su trayectoria
-Desarrollar una profesión nueva
-Ampliar sus conocimientos con maestrías y posgrados
-Ser testigos de la realización de sus hijos
-Mantener la armonía en la familia
-Aprender a cocinar
-Emprender un viaje en solitario
-Alternar la maternidad con sus objetivos individuales, entre tantos otros.
A partir de este análisis podríamos deducir que lo personal ejerce un papel clave dentro del esquema éxito-logros-liderazgo. Para las mujeres, los logros parecerían estar enraizados a lo pequeño, lo familiar, lo propio; a las satisfacciones subjetivas.
Según los estándares externos, el éxito simbolizaría una amenaza para la mujer por poner en juego su estabilidad, su integridad y hasta su reputación social, lo cual podría ejemplificarse con el siguiente diálogo interno: "Si me dedico a mi propio éxito, seré una mala madre, una mala esposa,una mala mujer".
Este imaginario ha calado tan hondo en el psiquismo femenino que ha llegado a desdibujar la percepción de la felicidad en muchísimas mujeres.
Por empezar, es importante tomar conciencia de la resistencia y el daño que ocasionan estas disonancias a nivel interno, ya que sólo así podremos reelaborar nuestras creencias respecto a nuestro poder personal, nuestra capacidad de liderazgo y de éxito.
Otro de los aspectos que me gustaría abordar en lo que refiere a la mujer y el liderazgo, es la situación que se da cuando sus logros individuales son considerados como una forma de rebeldía contra los criterios establecidos.
Es fundamental poder elaborar nuevas ideas en cuanto a la competencia para acercarnos al ámbito del liderazgo desde un enfoque más justo y esclarecedor.