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Vie, Abr

Hablemos de liderazgo femenino

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Nuestro entorno social ha establecido parámetros que, lejos de ser beneficiosos y equitativos, sitúan al fracaso como el opuesto definitivo de todo aquello relacionado con el liderazgo: el triunfo, el reconocimiento, la victoria y la realización como individuos. Por lo tanto, en un contexto que sostiene la supremacía del hombre sobre la mujer y decreta una distribución desigual del poder: ¿qué podríamos hacer, como mujeres, para redefinir las reglas del juego? Y lo que es más, ¿cómo es posible reconstruirnos como seres autónomos?

 

 

 En el mundo profesional, los conceptos de éxito y liderazgo generalmente van de la mano, ocasionando numerosas problemáticas en relación al reconocimiento, la competencia, la rivalidad y la victoria. En el ámbito personal, por otro lado, esto adquiere un matiz distinto ya que los juegos de poder y los roles preestablecidos por el entorno social ponen en evidencia la desigualdad que en ocasiones rige a un vínculo, impactando en una escala tan inesperada como el desempeño sexual.

 

Las nociones de éxito asentadas a nivel cultural se encuentran asociadas de forma directa a los logros y a alcanzar un resultado final, manejándose en términos de vencedores y perdedores.

Liderazgo, por su parte, recibe la siguiente definición formal:
Condición de líder / Ejercicio de las actividades del líder. Sacar a relucir al líder que hay en cada una de nosotras requiere una gran responsabilidad y una revisión profunda de nuestras propias creencias.

Por lo general, para la mujer, sus logros tienen que ver con:
-Su participación en los logros de los demás

-La satisfacción que produce sentirse útiles o necesarias para los otros

Una idea preconcebida por otros sobre los premios y beneficios que otorga el éxito

pueden incluir objetivos tan vastos como:

-Obtener honorarios acordes a su trayectoria

-Desarrollar una profesión nueva

-Ampliar sus conocimientos con maestrías y posgrados

-Ser testigos de la realización de sus hijos

-Mantener la armonía en la familia

-Aprender a cocinar

-Emprender un viaje en solitario

-Alternar la maternidad con sus objetivos individuales, entre tantos otros.


A partir de este análisis podríamos deducir que lo personal ejerce un papel clave dentro del esquema éxito-logros-liderazgo. Para las mujeres, los logros parecerían estar enraizados a lo pequeño, lo familiar, lo propio; a las satisfacciones subjetivas.

 

Según los estándares externos, el éxito simbolizaría una amenaza para la mujer por poner en juego su estabilidad, su integridad y hasta su reputación social, lo cual podría ejemplificarse con el siguiente diálogo interno: "Si me dedico a mi propio éxito, seré una mala madre, una mala esposa,una mala mujer".

 

Este imaginario ha calado tan hondo en el psiquismo femenino que ha llegado a desdibujar la percepción de la felicidad en muchísimas mujeres.

 

Por empezar, es importante tomar conciencia de la resistencia y el daño que ocasionan estas disonancias a nivel interno, ya que sólo así podremos reelaborar nuestras creencias respecto a nuestro poder personal, nuestra capacidad de liderazgo y de éxito.

 

Otro de los aspectos que me gustaría abordar en lo que refiere a la mujer y el liderazgo, es la situación que se da cuando sus logros individuales son considerados como una forma de rebeldía contra los criterios establecidos.

 

Es fundamental poder elaborar nuevas ideas en cuanto a la competencia para acercarnos al ámbito del liderazgo desde un enfoque más justo y esclarecedor.