08
Mar, Oct

¿Qué es mi vida?

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Te lo enseñan los canguros: el bebé recién nacido mide apenas centímetros y termina de gestarse fuera de la placenta, en la bolsa que su madre tiene en el abdomen (marsupia). Cuando está más crecidito, comienza a salir al mundo; explora y, cada vez que teme o se cansa, vuelve rápidamente a refugiarse en la bolsa de su mamá. Pero hay un día, un día bien puntual, en que la madre canguro hace algo diferente: cuando su hijo se asusta por algo o busca saltar a la comodidad de la bolsa materna ella contrae los músculos de su marsupia de manera tal que, a partir de ese día, no le permite ya nunca más entrar. Es su modo de decirle: "No vuelvas atrás: estás listo para el mundo. ¡Buscá TU PROPIA VIDA!"

 

 Así nos pasa. Sólo que los humanos nos vamos refugiando en distintas marsupias a lo largo del tiempo, en las que buscamos asilo cuando no queremos asumir un desafío vital. Y volvemos aunque esas marsupias nos contraigan y nos asfixien: un hábito viejo, una pareja que ya no es, lugares que ya no nos dan nada, actividades o vínculos que son de otra etapa. ¿Cuál es la tarea? Encontrar dentro de sí lo que podría llamarse "MI VIDA".

Aquélla que dentro de una QUIERE SER VIVIDA. Encontrarla es un desafío y vivirla aún más, porque implicará renunciar a toda marsupia: a los refugios de lo ya decadente, a conformarse con las pautas colectivas sobre cómo es vivir. Renunciar a las certezas, porque es desde lo incierto que nace lo nuevo.

El mapa está adentro de una, no en la marsupia de nada ni de nadie. Capa tras capa, debemos excavar en lo interno para saber qué significa "MI VIDA".

"MI VIDA" implica quién una es, a qué vinimos a este mundo, cuál es la verdadera compañía que necesitamos para nuestro camino. Como lo dicen las Psicologías de Oriente: el refugio está dentro. Pero no implica encerrarse, sino permanecer abierto hacia el interior y hacia el exterior, para que la vida circule. En ese lugar de adentro hay otra persona, que no es la que hemos aprendido a ser, ni tampoco, tal vez, la que los demás han esperado que seamos. Está la que somos.

Descendiendo a esas capas profundas, ya no habrá marsupias. O, si nos escondemos en alguna de ellas, en algún punto nos daremos cuenta de que estamos evitando aquello que vinimos a SER.

Teilhard de Chardin lo dijo así: "He descendido a mi yo más íntimo, al profundo abismo de donde siento vagamente que proviene mi capacidad de acción. Y como me he alejado más y más de las certezas convencionales que iluminan superficialmente la vida social, me di cuenta de que había perdido el contacto conmigo mismo. En cada escalón del descenso fui descubriendo en mí una nueva persona, de cuyo nombre no estaba demasiado seguro, y que no me obedecía demasiado. Y cuando detuve mi exploración porque el camino se desvanecía bajo mis pasos, encontré un insondable abismo a mis pies, y saliendo de él, -sin saber de dónde surgía-, la corriente a la que me atrevo a llamar Mi VIDA"