Decir adiós

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La separación siempre es muy difícil, y se sufre muchísimo, pero cuando la decisión la toma nuestra pareja y nosotras no estamos de acuerdo o aún no estamos preparadas, hacemos todo lo posible para reconquistar al hombre perdido, nos imaginamos que no podremos salir adelante; y si además tenemos hijos, pensamos cómo vamos a hacer viviendo solas con ellos. No obstante, cuando la separación ya se ha efectuado, hay que reacomodarse y aprender la nueva forma de vida.

Es frecuente que en la primera etapa suceda un duelo por lo perdido: la persona y/o un  proyecto de vida en común, por eso el fin es muy difícil para todos y la sensación de fracaso es muy fuerte y dolorosa. Pero también tenemos que tener en claro, que las personas somos dinámicas y por ende, las relaciones que armamos, por lo tanto, el decir, “vamos a pasar la vida juntos”, no siempre puede llevarse a la realidad al desconocer las situaciones del futuro.

Cuando nos concientizamos que hemos aprendido y crecido de diferentes maneras con la relación perdida, comenzamos a sentir un poco de alivio.

Con referencia a la vida sexual es muy común que muchas mujeres cuando terminan con una relación se planteen una vida sin actividad sexual, abstemias. Esto no es tan frecuente en el hombre que, a diferencia de la mujer en la mayoría de los casos, no une el amor con el sexo y después de un breve período de encierro, sale de casería. Para nosotras es absolutamente normal que durante la etapa de duelo, estemos más ensimismadas y no tengamos deseos de estar con otras personas en la intimidad, podemos decir que hasta es saludable.

Lo que pensamos con respecto a nuestra situación es fundamental en la superación y en la forma en que vamos a vivir este período de transición, que va desde la separación hasta el reacomodamiento.

Pero si insistimos en estar pensando una y otra vez en nuestros errores, en todo lo que perdimos y fracasamos, y posiblemente que el futuro es negro y no trae nada bueno para nosotras, el duelo se va alargar y es probable que terminemos presas de una depresión.

Si en vez de eso elegimos dejar de ser víctimas de nosotras mismas y comenzamos a  ver lo vivido como oportunidad, nos enfocamos en todo lo positivo que obtuvimos de la relación, empezando por lo obvio hasta lo más pequeño, ya no nos sentiremos derrotadas, ni pensaremos que fracasamos. Vamos a dejar de ser nuestras propias mártires, y así tendremos el primer paso de tomar el poder de nuestra vida.