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Mié, Abr

Golpe de calor y deshidratación

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Con las altas temperaturas llegan otra vez los cuidados para no sufrir golpes de calor o deshidratación. Para poder vivir intensamente el verano hay que tomar ciertos recaudos. Aquí te explicamos cuáles.

La mayor parte del agua corporal proviene de la ingesta directa (alimentos y bebidas) y una pequeña proporción se produce como producto de procesos metabólicos. La eliminación se origina principalmente por la orina, pero también son importantes otros mecanismos como la sudoración, la exhalación de vapor en la respiración y la vía digestiva.

El agua del cuerpo representa entre un 55 y 65% del peso corporal, siendo menor en los obesos y mayor en las personas magras. La gran parte, (2/3), se encuentra dentro de las células (compartimiento intracelular); el resto (líquido extracelular) se reparte entre el plasma sanguíneo, linfa, líquido cefalorraquídeo, fluidos corporales, espacios entre las células y líquidos contenidos en espacios virtuales (luz intestinal, vejiga).

En situaciones extremas como el ejercicio aeróbico intenso o en condiciones de extremo calor ambiental, la pérdida de agua es tan masiva que se descompensa el equilibrio entre los espacios intra y extra celulares. A este problema se le suma la pérdida de los llamados “electrolitos”, que son minerales presentes principalmente en el sudor (sodio, potasio, calcio, magnesio y cloro) y el vapor respiratorio (bicarbonato de sodio). Estas deficiencias se manifiestan con fallas en los mecanismos celulares y descompensaciones clínicas que pueden ser graves.

En ambientes húmedos, la deshidratación suele presentarse como debilitamiento progresivo, náuseas, sudoración excesiva, palidez y desvanecimiento. El tratamiento inmediato consiste en dar líquidos con sales y azúcares por vía oral, manteniendo a la persona acostada. Si no se resuelve con celeridad, se debilita el pulso, baja extremadamente la presión sanguínea y la persona puede entrar en shock. En estos casos se debe aplicar hidratación intravenosa con sueros.

Cuando la exposición al calor es prolongada o el ambiente es seco, se produce el llamado “golpe de calor”. Éste se manifiesta con piel seca, roja y caliente (como fiebre sin sudor), dolores de cabeza, calambres, alteraciones de la conciencia y desorientación. Cuando se agrava, el paciente puede entrar en coma. Su tratamiento es hidratación de la piel con paños o sábanas humedecidas o inmersión en agua fría. De ser necesario, se debe administrar suero con soluciones salinas y glucosadas. Es conveniente siempre que sea internado en observación hasta que se compense.

Para prevenir estas situaciones, se debe evitar realizar actividad física en horarios y ambientes donde la temperatura y humedad sean desfavorables. En caso de que ésto no sea posible, se deben ingerir continuamente líquidos que contengan mínimamente sales y azúcares para restituir las pérdidas continuas de agua y electrolitos. Cubrir el cuerpo y la cabeza de la radiación solar directa es fundamental para evitar el golpe de calor.

Es importante que no se ingiera solamente agua en grandes cantidades porque  puede generar una “dilución” de la sangre con la consecuente descompensación de los sistemas que regulan el metabolismo de electrolitos y producir también un riesgo a la salud.

Cuidarse es sencillo, que el verano no te juegue una mala pasada.