Está presente en todas las aulas y en todos los contextos; la crítica al otro, a su cuerpo, a no encajar con la belleza hegemónica impuesta por la sociedad y las redes. La violencia escolar y el acoso, sea en persona o por redes, afecta a uno de cada tres estudiantes. En el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar (primer jueves de noviembre), DIM CENTROS DE SALUD promueve un mensaje de no violencia y respeto, sumándose a la iniciativa de la UNESCO establecida en 2019.
Las secuelas psicológicas son notorias, palpables y muchas veces, perduran en el tiempo. La Lic. Malena Casasola (M.N.41396), especialista en psicología deportiva, explica sobre un concepto que ha tomado vigencia recientemente y que preocupa a padres y educadores de todas partes del mundo.
“Body shaming o humillación corporal es un concepto reciente, que actualmente está en boca de la gran mayoría de la población. Hace referencia al acto de criticar, burlar o juzgar el aspecto físico de una persona. Es una práctica de lo más habitual e incluso puede volverse parte del día a día, aparentando inocencia o buenas intenciones, estamos frente a un tipo de violencia simbólica”, explica la profesional. “Puede adoptar múltiples formas, ya sea desde comentarios hirientes hasta expresiones sutiles de desaprobación”.
“Es importante entender que el alcance de la humillación no se limita sólo a la forma del cuerpo, también hace referencia a la forma facial, la estatura, el color del cabello o de la piel, tatuajes, etc. Dichos comentarios pueden ocurrir tanto cara a cara como a través de mensajes por redes sociales. Opinar del cuerpo ajeno es una conducta con tendencia a herir de forma profunda y contribuir al desarrollo de problemas de salud mental y físico. Podemos pensar que detrás de todos estos comentarios hay una cultura de la delgadez obligatoria, de un modelo único de cuerpo, de una cultura gordofóbica, racista, sexista y está fundamentado bajo ciertos estereotipos de belleza”, amplía la psicóloga.
Justamente, si miramos las consecuencias psicológicas, vemos que son amplias y variadas y dependen de múltiples factores, como son las características de personalidad de cada individuo, el apoyo social con el que cuente, sus estrategias de afrontamiento, etc. De hecho, las consecuencias más habituales son:
-Afectación de la autoestima: los comentarios despectivos y críticos sobre la apariencia de una persona hacen que estos cuestionen su propia valía y puedan hasta sentir vergüenza de su propio cuerpo, su cara o color de cabello. Estos comentarios podrían conducir a una constante sensación de insuficiencia y tener un impacto negativo en todas las áreas de su vida, además de incidir tanto en el desempeño académico, deportivo y en su esfera social.
-Sentimientos de ansiedad/depresión: el miedo a recibir burlas o sentirse juzgado por el aspecto físico crea un estado de ansiedad y angustia que afecta la capacidad para desenvolverse en situaciones sociales cotidianas. Observamos una gran tendencia al aislamiento por parte de quienes sufren este tipo de descalificaciones y burlas.
-Trastornos en la conducta alimentaria: los comentarios descalificadores dirigidos hacia la forma corporal conducen a una relación disfuncional con la comida y a una percepción distorsionada de la propia imagen del cuerpo. Como es de esperar, los adolescentes son, en especial, susceptibles a esto. Sin embargo, las personas adultas no quedan exentas.
Por su parte, “en la era de la digitalización, el fenómeno de la humillación corporal encuentra terreno fértil para propagarse. Aplicaciones como Instagram, TikTok y Twitter fomentan la comparación constante y la promulgación de ideales de belleza poco realistas, además de permitir una crítica despiadada del cuerpo ajeno. Todo eso coopera con una cultura obsesionada por la imagen corporal”, completa la especialista.
“Para abordar y prevenir la prevalencia de este comportamiento dentro y fuera de las redes sociales, es esencial poner en marcha estrategias educativas y de concientización que promuevan una cultura más empática y respetuosa. Cambiar estas prácticas puede ser un trabajo arduo y complejo ya que nos obliga a revisar nuestro propio accionar que responde a un imaginario patriarcal de los cuerpos hegemónicos. Debemos empezar por revisar nuestro propio lenguaje y nuestras prácticas cotidianas”, aconseja Casasola.
Para evitar el body shaming se recomienda:
-Promover la aceptación y toma de conciencia
-No criticar
-Establecer límites
-Empatizar con las personas afectadas
-Desafiar los estándares de belleza
-Educar
-Valorarse
-Conectar con redes de contención y apoyo