Simpatía por el demonio

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Todos tenemos NUESTRO demonio. Digo así, porque todos tenemos una parte "Lucifer" (portadora de luz) que en su estado embrionario ya estaba muy por encima de todo lo que logramos ser.  

El germen de nuestro yo verdadero, en algún momento, modificó su desarrollo hacia derroteros tenebrosos, que ocultan su verdadera naturaleza luminosa por efecto de un desamor primario.

 Cuanto más sádico es hacia adentro, más vestido de ternura e inocencia se muestra hacia afuera. Cuanto más perverso es con el mundo externo, más débil y lastimado está en la oscuridad de su alma.  

Les deseo a todas que despierten cuando la vida las ponga frente a su demonio; que lo conozcan, descubran su naturaleza, cuándo se originó y por qué. Qué forma suele tener, cómo se presenta, en qué herida del corazón se aloja y en cuáles actitudes defensivas, contra ese dolor original, habita. 

También les deseo que lo quieran ver, que experimenten el miedo, que se acerquen y comiencen a hablarle pero, fundamentalmente, que lo puedan escuchar y comprender. Que lleguen a convivir con él el tiempo necesario, que lo vean dar vueltas en su habitación, que se acostumbren a él hasta que no lo soporten más, que quieran escapar para darse cuenta, lo antes posible, que cuanto más huyan más se transformarán en un holograma de su existencia. 

Que cuanto mayor sea la fuerza de esa huida, más voraz e inminente serán las consecuencias de su presencia.  

Que no lo quieran tapar o acallar con sonidos de risas ajenas, porque su grito de amor puro silenciado siempre puja con estruendos. Que no lo quieran desandar porque él mismo es huella que conduce hacia la verdadera liberación. Lo mejor es poner los pies dentro de cada pisada y seguirlas...andarlas para desandar ese camino de naturaleza extraviada. 

En los momentos de crisis no estamos solas, estamos en compañía de nuestro demonio. Es la única oportunidad que tenemos de reorientar el rumbo y comenzar a hacer lo que somos y vinimos "a SER"  a esta vida.