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Mié, Abr

La cadena de favores que unió a tres mujeres en una historia de amor, generosidad y maternidad

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La ovodonación  es una técnica médica y de solidaridad,  generosidad y conexión entre mujeres que, sin conocerse, comparten algo más que embriones: comparten esperanzas, sueños y, finalmente, la maternidad.

 

 

 Andrea tenía 47 años cuando decidió apostar por la ovodonación. Después de perder cinco embarazos y enfrentar un diagnóstico de trompas tapadas, su camino hacia la maternidad parecía estar lleno de obstáculos. Con la ayuda de la doctora  Ester Szlit Feldman, especialista en obstetricia y ginecología y una de las directoras de Procrearte, Andrea optó por utilizar óvulos de una donante anónima y esperma de un donante también anónimo. El resultado fueron cinco embriones. Dos de ellos fueron transferidos, y uno de esos dio origen a Simona, su hija. Pero quedaron tres embriones congelados, y con ellos, un dilema ético y emocional: ¿qué hacer con ellos?

 

"Para mí eran hermanos genéticos de Simona", explica Andrea. "No podía desligarlos de ella. Eran parte de su historia, de su origen".

 

Durante años, esos embriones permanecieron congelados, mientras Andrea intentaba decidir qué hacer. Fue entonces cuando conoció a Silvina.

 

Silvina llegó a la vida de Andrea como una clienta en la empresa metalúrgica donde trabajaba. Durante un año, compartieron proyectos, reuniones y charlas casuales, pero fue hacia el final de su colaboración que la conversación dio un giro inesperado. "¿Vos tenés hijos?", le preguntó Andrea en un momento de intimidad. La pregunta fue como una daga en el corazón para Silvina, quien había descubierto que sus óvulos ya no funcionaban y que la ovodonación era su única opción para ser madre.

 

"Cuando Silvina me contó su historia, le dije: Mira, tengo tres embriones esperando encontrar un vientre donde crecer y una madre", recuerda Andrea. Para Silvina, la respuesta fue: "Sí, obvio que quiero, ¿cómo no lo voy a querer?". Así, los embriones que habían sido creados con tanto amor y esperanza encontraron un nuevo destino. Silvina quedó embarazada y dio a luz a Joaco, el segundo hijo de esa familia genética que comenzó con Andrea.

 

Pero la historia no terminó ahí. Quedaba un embrión que encontró su camino hacia Mariela, una mujer de 48 años que también había enfrentado el dolor de la infertilidad. Después que su marido decidiera no continuar con el proceso de ovodonación, Mariela se encontró sola en su deseo de ser madre. Fue a través de un mensaje en Facebook que Silvina, quien ya había vivido su propia experiencia con la ovodonación, se enteró de la situación de Mariela. "Tengo un embrión congelado, y si vos estás de acuerdo, te lo dono", le dijo Silvina.

 

Mariela no dudó. La transferencia del embrión fue exitosa, y en junio de 2021 nació su hija, completando así una cadena de favores que unió a tres mujeres en una historia de amor, generosidad y maternidad.

 

Los niños nacidos de estos tres embriones no solo comparten un origen genético, sino también un compromiso que sus madres establecieron que era que los chicos estuvieran en contacto, que supieran que son hermanos.

 

Hoy, Simona, Joaco y Aida no solo son hermanos genéticos, sino también del alma. "Los chicos se aman", dice Mariela, con una sonrisa que ilumina su rostro. "Estoy eternamente agradecida porque tanto Andrea como Silvina me permitieron convertirme en la mamá de Aida". Andrea, por su parte, reflexiona sobre cómo esta experiencia le enseñó que hay múltiples formas de ser una familia, y todas son válidas porque están movidas por el amor.

 

En Argentina, esta historia no es solo un caso aislado, sino un ejemplo motivante en medio de una realidad compleja. Según datos recientes, hay alrededor de 100.000 embriones congelados en el país, muchos de los cuales pertenecen a personas que, como Andrea en su momento, no saben qué hacer con ellos.

 

La historia de  Andrea, Silvina y  Mariela también refleja los desafíos y oportunidades que enfrentan las mujeres que recurren a la ovodonación. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la infertilidad afecta a aproximadamente el 17,5% de la población adulta, y técnicas como la ovodonación surgieron como una alternativa viable para quienes no pueden concebir con sus propios óvulos.

 

En Argentina, la ovodonación experimentó un marcado crecimiento, representando uno de cada cuatro tratamientos de fertilidad, según datos de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (SAMeR). Procrearte, una de las instituciones líderes en el campo de la fertilidad, es pionera en este ámbito, ofreciendo un programa de ovodonación que combina tecnología de vanguardia con un enfoque humano y personalizado.

 

"La ovodonación trasciende los lazos genéticos", explica Gastón Rey Valzacchi, director de Procrearte. "Lo que realmente importa es el vínculo emocional y la experiencia única de convertirse en padres".

 

En el centro de esta historia está la doctora Ester Szlit Feldman, una figura clave en el mundo de la reproducción asistida en Argentina. Con una trayectoria que incluye décadas de experiencia y un compromiso inquebrantable con sus pacientes, Ester no solo acompañó a Andrea en su camino hacia la maternidad, sino que también fue testigo de cómo la ovodonación puede transformar vidas.

 

"Esta historia, que se tejió entre lágrimas, esperanzas y decisiones difíciles, es un recordatorio poderoso que la maternidad no se define solo por la genética, sino por el amor, la dedicación y la voluntad de ayudar a otros. En el marco del mes de la mujer, es una oportunidad para reflexionar sobre los desafíos que enfrentan las mujeres en su camino hacia la maternidad, pero también sobre las oportunidades que surgen cuando decidimos apoyarnos unas a otras", reflexiona Szlit Feldman de Procrearte.