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Jue, Abr

Confesiones femeninas, maternales y maratónicas acerca del baño

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 Pocos lugares de la casa son tan multifuncionales como el baño, y provocan reacciones encontradas y de toda índole en los diferentes integrantes del hogar.

Los hombres que son inminentemente prácticos resuelven sus necesidades a medida que aparecen. No lo dilatan, suspenden todo aquello que estén haciendo y proceden. En cambio las mujeres postergamos nuestras necesidades fisiológicas básicas hasta el último, de los últimos momentos.

 

Ya de nenas no queríamos interrumpir un juego para ir al baño, de adolescentes no queríamos cortar el teléfono tampoco por el mismo fin. Ahora, gracias a Dios existe el inalámbrico, con lo cual lo llevamos a cuestas hasta para bañarnos y gracias a la tecnología no interrumpimos la conexión por nada del mundo. De grandes, porque justo estamos cocinando, o lavando los platos. Tampoco queremos interrumpir la novela hasta la propaganda, eso a veces nos hace, típicas y deliciosamente femeninas. Siempre hay algo más importante para hacer. Si somos madres, mucho peor, primero los hijos, el marido, el gato, la casa y después, el baño.

 

Entonces, el simple hecho de querer ir al baño en una convivencia de familia tipo puede convertirse en un problema. Porque como una dilató hasta último momento el control de sus esfínteres, salimos corriendo hacia el toilette que justo… está ocupado. Mantenemos las piernas cruzadas para contener las ganas y comenzamos a golpear la puerta como locas y a protestar porque nos damos cuenta que están adentro hace largo rato.

 Deberíamos comprender que tenemos marido, hijos, hijas, y que suelen usar el baño asiduamente. Por lo general, los hombres se quedan leyendo, por eso hay pilas de diarios, revistas y libros en el baño que parece una biblioteca.

 

Otra cosa que tiende a pasar, es que una dice: el baño es mío, cuando está segura que el resto de la familia sigue durmiendo, pero descubrimos que oh, casualidad, todos duermen hasta el exacto momento en que perciben nuestra intención de bañarnos. Acto seguido comprobamos que el baño está cerrado. Y pensamos que ésta no puede ser una causa por la cual, una, metafóricamente hablando, pueda matar a un hijo o a un marido. Pero que dan ganas, dan ganas.

 

Asimismo, el sitio en cuestión suele usarse para otras funciones, como confesionario de males de amores, para llorar, para esconderse de alguien después de una discusión, para hablar por teléfono, para leer, o para encontrar un poco de paz.

 Al fin!! Después de semejantes replanteos, logramos por fin el cometido y entramos al baño para otras cosas más que no sea limpiarlo. Hasta podemos  depilarnos, darnos un baño de inmersión, ponernos un baño de crema en el pelo, y maquillarnos. Y cuando terminamos con toda las tareas que la femineidad requiere, abrimos la puerta triunfante, y descubrimos que no hay nadie en la casa. ¿Tanto habrá pasado el tiempo en nuestro reencuentro cercano con el baño?