30
Mié, Abr

Lo que puede haber detrás del silencio adolescente

Typography

Timidez paralizante, vergüenza extrema, pánico al ridículo, frustración intolerable son las señales sutiles que pueden esconder un profundo malestar emocional en los adolescentes. Desde un enfoque integrativo, exploramos estas manifestaciones de la ansiedad y por qué es clave prestarles atención antes que se transformen en sufrimiento silenciado.

 

 La etapa de la adolescencia no es igual en todos los chicos, algunas transitan con intensidad y rebeldía y otras, se repliegan hacia adentro, tímidas, ansiosas, hiperexigentes, hipersensibles. Muchas veces no se trata de cuestiones de personalidad sino de verdaderos gritos de auxilio que se expresan de forma silenciosa.

Desde la consulta psicológica, cada vez se vuelve más frecuente encontrar adolescentes que cargan con el peso invisible de la ansiedad social. Se trata de una dificultad que puede volverse limitante, angustiante y que muchas veces pasa desapercibida.

Hablamos de chicos que sienten terror de participar en clase por miedo a equivocarse, que evitan salir en fotos o hablar en voz alta, que se autocensuran, se ruborizan al entrar a un aula o lloran si creen que fueron mirados raro. Adolescentes que se esfuerzan demasiado por no molestar, por no fallar, por no ser notados.

Estas señales, que a veces son tomadas a la ligera o atribuidas a la edad, pueden esconder un cuadro ansioso, muchas veces enmascarado detrás de etiquetas como vergonzoso, sensible o exigente.

Desde un enfoque integrativo, que contempla no solo los síntomas sino la historia de vida, los vínculos familiares, la etapa evolutiva y las emociones encubiertas, es posible comprender mejor lo que les pasa.

Síntomas frecuentes que podrían estar mostrando ansiedad o malestar emocional encubierto:

-Dificultad para iniciar conversaciones o relacionarse con pares.

-Evitar actividades sociales por miedo al juicio o al ridículo.

-Rechazo a la exposición (oralidades, exámenes, cámaras, fotos).

-Reacciones desmedidas frente al error o la crítica.

-Llanto frecuente por frustraciones menores.

-Dolores físicos sin causa médica aparente (panza, cabeza, náuseas).

-Autoexigencia extrema, miedo a defraudar o a no estar a la altura.

-Problemas para dormir o descansar profundamente.

-Cambios abruptos en el humor, retraimiento o aislamiento.

 

Si un adolescente deja de hacer actividades que le gustan, se encierra, evita todo lo nuevo, vive en un estado constante de alerta o angustia y ya influye en su vida personal, es momento de consultar con un profesional.

Pedir ayuda no es exagerar, es cuidar. Acompañar no es invadir, es estar. Y mirar más allá de la conducta es, muchas veces, la mejor forma de escuchar.

Detrás de una timidez excesiva puede haber miedo. Detrás del miedo, muchas veces hay historias no dichas. Y detrás de esas historias, adolescentes que merecen ser vistos y comprendidos, más allá del rendimiento, la conducta o las palabras que no se animan a decir.

Como adultos, no siempre debemos tener todas las respuestas. Pero sí podemos ofrecer una presencia que no juzga, una mirada que abraza y una pregunta que abre puertas: ¿Cómo te sentís con todo esto?

Porque el primer paso para sanar muchas veces no es hablar, es que alguien esté del otro lado dispuesto a escuchar.