En los últimos años, el consumo de los hongos comestibles ha ganado protagonismo en Argentina. Más presentes en góndolas, menús y recetas, los champiñones y portobellos se consolidan como ingredientes versátiles, sabrosos y saludables. Impulsados por el auge de la alimentación consciente y la exploración gastronómica, estos cultivos encuentran cada vez más lugar en la mesa de los argentinos, de la mano de productores que apuestan por la calidad y la innovación.
“Entender la tendencia en el consumo de alimentos es un factor clave a la hora de ofrecer un producto. Hoy en día la gente busca alimentos sabrosos, nutritivos y naturales; y los hongos cumplen con todo eso”, explica Marcos Calderon, gerente general de Hongos del Pilar, una empresa familiar que cultiva hongos en el corazón productivo de Buenos Aires.
“Además de ser bajos en calorías, los hongos tienen una textura y un sabor que los hace muy versátiles en la cocina. Cada vez más personas los eligen no solo por lo gastronómico, sino también por sus propiedades: son fuente de proteínas, vitaminas del grupo B, y aportan fibra. Antes eran un ingrediente exótico o gourmet; hoy están entrando en la cocina diaria, y eso habla de un cambio en los hábitos de consumo que llegó para quedarse”, concluye el ejecutivo.
Cada vez más personas los eligen como reemplazo de la carne, por su textura carnosa, su alto poder de saciedad y sus beneficios para el sistema digestivo e inmunológico.
Los champiñones blancos y portobellos son dos variedades que vienen ganando terreno en el consumo cotidiano y que hoy se integran a platos tan diversos como ensaladas, risottos, salteados, hamburguesas veggie o incluso snacks deshidratados.
Con una mirada puesta en el futuro, el objetivo es claro: “Queremos que los hongos dejen de ser un lujo o una rareza, y se conviertan en parte de la alimentación diaria, accesible, rica y saludable para todos”, finaliza Calderón.