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Mié, Jul

El lenguaje oculto de la piel

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Las manchas cutáneas son una de las consultas dermatológicas más frecuentes y también una de las causas más comunes de malestar estético. Sin embargo, no son solo un problema de imagen, muchas veces son el reflejo de desequilibrios internos, daño acumulado o procesos inflamatorios crónicos.

 

 Las manchas en la piel son alteraciones en la pigmentación que pueden deberse a un aumento (hiperpigmentación) o disminución (hipopigmentación) de melanina. Si bien muchas veces no representan una enfermedad en sí mismas, pueden indicar desde exposición solar excesiva hasta alteraciones hormonales, efectos secundarios de medicamentos, lesiones previas mal cicatrizadas o incluso patologías sistémicas. 

Entre las causas más frecuentes se encuentran: 

-Radiación solar acumulada sin protección. 

-Cambios hormonales (embarazo, menopausia, anticonceptivos). 

-Inflamaciones o lesiones previas (acné, quemaduras, depilación). 

-Envejecimiento cutáneo. 

-Uso de cosméticos fotosensibilizantes o automedicación. 

-Factores emocionales como el estrés. 

Las manchas suelen tratarse como una preocupación estética, pero en realidad son una manifestación clínica. La piel es el órgano más extenso del cuerpo, y como tal, refleja estados internos, desequilibrios hormonales, inflamación o daños acumulativos. Atenderlas no es una frivolidad sino que es parte del abordaje integral del bienestar. 

¿Cuáles son los tipos de manchas más frecuentes? 

-Melasma: manchas marrones, difusas, generalmente en mejillas, frente o labio superior. 

-Léntigos solares: causadas por el sol, aparecen como pequeñas manchas marrones en rostro, escote o manos. 

-Hiperpigmentación postinflamatoria: secuelas de lesiones o procedimientos. 

-Manchas inducidas por medicamentos o enfermedades sistémicas. 

No todas son peligrosas, pero algunas pueden ocultar patologías serias. Por eso es fundamental el diagnóstico profesional. El melanoma, por ejemplo, puede comenzar como una mancha oscura, y un diagnóstico temprano puede ser clave para salvar la vida. 

Se recomienda prestar atención si la mancha cambia de forma, color o tamaño; tiene bordes irregulares o varios colores; sangra, pica o no cicatriza y si aparece en zonas nuevas, especialmente en adultos mayores. 

El seguimiento dermatológico permite distinguir entre una alteración pigmentaria estética y una lesión que requiere tratamiento específico o vigilancia oncológica. Además, garantiza que los tratamientos sean personalizados, eficaces y seguros. 

La frecuencia recomendada para consultar al dermatólogo es una vez al año como chequeo general, cada 6 meses si se tienen antecedentes familiares, lunares atípicos o tratamientos en curso y, de inmediato, si se observa una mancha nueva, cambiante o sintomática. 

Es importante usar protección solar todo el año (FPS 50+, reaplicado cada 2 o 3 horas); evitar la exposición en horarios críticos (10 a 16 horas); llevar una rutina de cuidado adecuada, con activos despigmentantes, antioxidantes y reparadores, siempre bajo indicación médica; observar la piel con regularidad; no tocar o manipular lesiones y cuidar el estrés, el descanso y la alimentación. 

Hay tratamientos disponibles desde la medicina estética que ofrece herramientas eficaces para tratar manchas sin dañar la piel: entre ellos los protocolos médicos despigmentantes, como Cosmelan®, los peelings químicos personalizados; la tecnología lumínica y láser y los métodos de mantenimiento domiciliario, para prolongar los resultados y prevenir recurrencias. 

Cuidar la piel no es una preocupación frívola, sino una forma concreta de cuidar la salud. Las manchas no siempre son graves, pero nunca son insignificantes. Aprender a observarlas, tratarlas y prevenirlas es una forma de habitar mejor nuestro cuerpo.