Muchas veces comemos sin hambre real, esto pasa porque el estrés, el cansancio y las emociones no expresadas pueden convertirse en grandes detonantes de lo que se conoce como hambre emocional, un tipo de alimentación que no responde a las necesidades físicas del cuerpo, sino a la necesidad de regular lo que sentimos.
Identificar este tipo de patrones es el primer paso para poder cambiarlos y construir una relación más saludable con la comida y con nosotros mismos. Estas son seis señales que pueden ayudarte a detectar si estás comiendo en respuesta al estrés o las emociones:
-Comés aunque no tengas hambre real: ya no sentís apetito, pero seguís comiendo. Tal vez algo en vos necesita calmarse. Puede ser ansiedad, angustia o incluso una sensación de vacío.
-Comer te genera alivio emocional: este tipo de alimentación suele aparecer cuando "bajás la guardia": al volver del trabajo, durante el fin de semana, o cuando estás sola y buscás una forma de relajarte. La comida se convierte en una válvula de escape.
-No sabés bien qué te pasa, pero comés igual: a veces la emoción no se reconoce con claridad. Puede ser aburrimiento, enojo, frustración, o una mezcla de todo. En lugar de conectar con lo que sentimos, lo tapamos con comida.
-Después de comer te sentís peor: la comida no resolvió el problema original, y además dejó una sensación de culpa, bronca o frustración. Esa mezcla incómoda hace que todo parezca aún más difícil de manejar.
-Necesitás algo rico para sentirte mejor: no es hambre real ni un antojo puntual sino una necesidad emocional. Aprendiste que algo dulce, salado o crocante podía traerte consuelo, y ese aprendizaje se activa en momentos de estrés.
-Sabés que no tiene sentido, pero no podés parar: cuando la comida se convierte en un recurso emocional, no importa cuánto razonamiento apliques, no se trata de fuerza de voluntad, sino de una dinámica emocional más profunda que necesita ser atendida con compasión y acompañamiento.
¿Qué hacer si te reconocés en estas señales? Primero, no te juzgues. El hambre emocional no es un error ni una falla: es una forma de adaptación. El objetivo no es eliminarlo por completo, sino entenderlo para poder empezar a responder de otra manera.
Si te sentís identificada con estas señales, es fundamental que busques acompañamiento profesional. Un enfoque integral, que incluya tanto el trabajo con una nutricionista como con un profesional de la salud mental, puede ayudarte a entender tu vínculo con la comida, reconocer tus necesidades reales y encontrar herramientas para gestionarlas de forma más saludable.
Cuidar tu salud no es solo con lo que comés, sino también cómo y por qué lo hacés.