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Dom, Nov

Reescribir el trabajo: poner la salud mental en el corazón de las organizaciones

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El 10 de octubre, Día Mundial de la Salud Mental, es el recordatorio de una crisis ineludible que define el futuro del trabajo. Las cifras son una alarma ensordecedora: en Argentina, según Bumeran un 87% de los jóvenes de entre 18 y 25 años ya padece burnout. No hablamos de profesionales con largas trayectorias, sino de una generación que inicia su vida laboral con la energía agotada.  

 

 Los jóvenes, recurren a un algoritmo porque está siempre disponible, no juzga y no tiene el costo económico ni emocional de un jefe que no escucha. Si una generación prefiere confiar sus ansiedades a una IA antes que a su líder, no es un triunfo tecnológico, sino la evidencia de una desesperada necesidad de escucha que los espacios laborales no están satisfaciendo.

La desconexión humana es tan profunda que la tendencia de 2025 es el uso de Inteligencia Artificial para el acompañamiento psicoemocional. Esto es un fallo sistémico, un modelo que aún romantiza la pasión o la muestra con espejitos de colores, mientras normaliza la precariedad, la hiperconexión tóxica y una presión por el éxito que fabrica frustración en serie, inyectándoles la culpa de un problema que no generaron.

Durante años, las empresas han ignorado esto, maquillando el problema con beneficios superficiales como fruta gratis o talleres de yoga, mientras aplaudían a quien respondía correos a las 11 de la noche. Eso no es bienestar, es anestesia cortoplacista.

La solución real no es más cosmética corporativa, sino un cambio de paradigma: la Inclusión Psicoemocional Laboral. Este concepto, que desarrollamos junto con el Lic. Herno Gómez, propone integrar la vulnerabilidad, la salud y el cuidado como pilares de la gestión humana para alcanzar una productividad sana generando talentos sustentables en las organizaciones y sostenibles en el tiempo.

Esta inclusión significa declarar obsoleto el tabú sobre la Salud Mental, es entender que la ansiedad y el agotamiento no son fallas personales, sino datos críticos para el negocio. Requiere asumir que el "Dolor Laboral" necesita protocolos de acción claros, como cualquier accidente físico, y crear espacios de screening donde se pueda hablar sin miedo para contener, derivar y actuar antes que el talento renuncie. Sobre todo, exige un liderazgo humano que nazca del propio trabajo psicoemocional, porque nadie puede guiar a otros desde sus sombras.

Ignorar esta realidad tiene un costo altísimo. La OIT estima que la depresión y la ansiedad cuestan a la economía mundial casi un billón de dólares en productividad. La OMS, por su parte, calcula que por cada dólar invertido en salud mental laboral, se recuperan cuatro. Lo caro no es invertir en bienestar, sino pagar la factura de no hacerlo.

Un jefe que solo mira el resultado ya fracasó. Los líderes del futuro gestionan emociones, no solo tareas y sobre todo entienden que, para cuidar a su equipo, primero deben autoevaluarse, observarse, desarrollarse y cuidarse a sí mismos, desarrollando un Liderazgo Crossover que les permitirá hacer cruces icónicos con las personas de sus equipos u otras áreas generando verdaderos hits de relacionamiento e innovación.

Una generación agotada no puede construir el futuro. El futuro del trabajo no se construye con líderes de manuales sino que hoy más que nunca, depende de que nos animemos a poner la salud psicoemocional en el corazón de nuestras organizaciones.