Pequeñas grandes cosas que nos cambian el humor

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En el transcurso del día, nos suelen ocurrir pequeñas grandes cosas que nos hacen cambiar de humor.

Podemos comenzar la mañana con el pie izquierdo porque el reloj se paró y no sonó el despertador, por lo tanto tenemos que levantarnos a los saltos y meternos en la ducha, allí nos damos cuenta que el agua sale fría porque el calefón no funcionó bien durante la noche, nos bañamos como podemos y salimos corriendo para no llegar tan tarde al trabajo. Para rematar, perdemos el colectivo y el siguiente demora en llegar.

 

Ya una vez que estamos en el trabajo podemos relajarnos un poco para comenzar con nuestras tareas cotidianas. Pero cuando tenemos que imprimir un archivo y la impresora se traba, cuando nos suenan todas las líneas al mismo tiempo justo que nos quedamos solas y encima nuestro jefe nos pregunta por qué no lo atendimos rápido, cuando nos entran 20 mails por minuto todos con pedido de respuesta urgente, hace que nos volvamos a alterar. Eso sí….hasta que llegamos a casa, porque ahí comienza otra historia.

 

Entramos al hogar sin aguantar más las ganas de hacer pis y, para variar, el baño está ocupado por nuestra hija adolescente que tiene para una hora más porque se está preparando para salir.

 

Mientras tanto en el resto de la casa vemos que la gata nos rompió un florero, y los pétalos de los jazmines están distribuidos por todo el piso del comedor. Nos ponemos a limpiar, le damos comida para que no nos devore una mano y seguimos apurando a nuestra hija para entrar al baño de una vez. Ya no hay manera de controlar el esfínter, le rogamos por favor que al menos nos deje entrar un minuto. Por suerte se apiada y hace caso. Pero luego sigue media hora más allí adentro.

 

¿Acaso es ella sola la que tiene permitido usar el único baño de la casa? ¿Ella es la única que tiene que salir? Si sabe que una aprovecha sus reuniones sociales para poder ir a distraernos un poco con amigas y por qué no con algún muchacho en cuestión.

 

Hablando del susodicho, otro temita que nos genera nervios. Porque cuando conocemos a alguien que nos gusta y le damos el teléfono, es lógico que queremos que nos llame, y rápido!! Comenzamos a rezar para que lo haga pero pasan los días y no lo hace y cuando se digna a agarrar el celular, porque ese día no tiene nada que hacer y se acordó de aquella minita que le demostró interés en el bar, nosotras para no decir que no, salimos cuando él lo demanda, así estemos hechas unas brujas, no sea cosa que se arrepienta.

 

En cinco minutos nos depilamos y maquillamos, y justo cuando salimos del baño, en paños más que menores porque creíamos estar solas, nos encontramos con que en ese momento la casa se llenó de amigos de la nena que la pasaron a buscar y nos ven así de desvestidas. Corremos a la habitación para ocultarnos y para comenzar la “operación vestimenta”, nos ponemos lo mejor que tenemos para que nos vea lo más sexy posible.

 

Y al fin salimos a evadirnos un rato, obviamente contactadas con la nena para saber cómo está y a qué hora vuelve así nosotras llegamos antes que ella para esperarla, ver que esté bien y preguntarle dónde fue y cómo la pasó. Y ella en vez de respondernos nos hace las mismas preguntas a nosotras.

 

En fin….mañana será otro día pero seguramente vamos a vivir más o menos lo mismo. Por eso: saber que non rezongarum largum vivirum est. Que nos cuestión de ir acumulando canas verdes con cada rabieta que uno suma diariamente.